El eco de tu voz ha quedado en nuestra memoria como un llamado a la felicidad. Tus canciones son himnos de alegría que repetimos enajenados para aplacar el dolor de vivir sin patria y poder soñar en volver a ella algún día. En tus caderas se templo el tambor que acompañó tu ritmo contagioso y vivaz, que nos enseño el secreto de la seducción, y tus labios retaron los metales mas timbrados a innumerables duelos de armonía.
Las barreras del tiempo no existieron para ti. Fuiste compañera de todas las generaciones, hija del son, hermana del merengue y madrina del reggaetón. Tu mano se extendió a los tuyos y a otros, y ningún prejuicio pudo opacar lo bello de tu arte: azúcar esparcida por el mundo llevando el mensaje de una surgida del dolor y la dulzura.
Llegue a tu gloria el camiño de todos los que no te olvidamos, porque en tu música vive tu cuerpo que es nuestro regalo al cielo.
Canta negra tu canto ancestral, y que este se convierta en la Diana que anuncie el sol a los ángeles que te acompañan